Clove y yo pensamos que el causante de la explosión de todos
nuestros suministros habría muerto en la explosión, pero nos dimos cuenta de
que no habíamos oído su cañonazo, y que tampoco había aparecido en el recuento.
Con lo que solo podían haber sido el chico amoroso, la chica “en llamas”, o el
armario del 11, como se llamaba? Tesh, Tret? Bueno, él.
Al despertarnos en medio del bosque, lo primero en lo que
pienso es en encontrar algo de comida y agua. Por lo que Clove y yo nos
desplazamos sigilosamente en busca del lago, que encontramos sin mucha
dificultad al cabo de media hora.
Esa mañana estaba realmente cansado por lo que decidí que descansaríamos un poco.
Clove acepto sin rechistar porque ella estaba agotada. Me dijo que quería ir a
darse un baño, ya que no nos habíamos podido lavar en todo este tiempo. No sé
si Clove esperaría a que yo me fuera, pero sin que ella no se diese cuenta me
quede observando cómo se acercaba lentamente al transparente agua. Me di cuenta
de que aquella mañana Clove estaba realmente preciosa, porque parece ser que el
cansancio hace que su parte agresiva y borde se quede a un lado.
Sin darme cuenta, Clove se percató de mi presencia y me miro
fijamente. Y de repente pensé *vale estoy muerto, la he visto desnuda y ahora
querrá arrancarme la cabeza*, pero simplemente me dedicó una cálida sonrisa y
se sumergió en el agua.
Al salir del agua se vistió y mi mente volvió otra vez a la
realidad. Pensé en que necesitábamos urgentemente algo para alimentarnos antes
de partir a la verdadera “caza”. No sé porque pero le tenía verdaderas ganas a
los amorosos del distrito 12, supongo que era porque habían conseguido
sobrevivir todo este tiempo.
Clove, apartándome de mis pensamientos, me hablo suavemente:
A pesar de este “espectáculo” que tanto te ha gustado, y que
no has dejado de mirar durante un rato (a mí se me escapó una pequeña sonrisa
al ver que Clove también me había estado observando mientras yo la miraba), podríamos
intentar buscar algo de comida. Porque no sé tú, pero yo tengo un hambre que podría
comerme a ese “oso amoroso” al que llaman Peeta.
Y sencillamente respondí con una sonrisa en la cara: claro
Clove, tú mandas.
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